Karl Marx se interesó por analizar las sociedades capitalistas
europeas, encontrando que existen en ella severas contradicciones. Mientras que
por un lado la revolución tecnológica permite desarrollar las fuerzas productivas a
extremos nunca conocidos por la humanidad; por el otro, existe una desigualdad
creciente y feroz que se produce en el seno de estas sociedades. Por cierto,
sus escritos más importantes están comprendidos entre 1848 y 1967, más de 100
años después de los de Smith. Mientras este último ponía su atención y
entusiasmo en el progreso traído por la primera revolución industrial, Marx
escribe luego de la segunda revolución industrial, observando las terribles
consecuencias sociales que el capitalismo y el desarrollo de las fuerzas
productivas iban acarreando.
Testigo y víctima de la
primera gran crisis del capitalismo (década de
1830) y de las revoluciones de 1848, Marx se propuso
desarrollar una teoría económica capaz de aportar explicaciones a la crisis,
pero que a la vez interpele al proletariado
a participar en ella activamente para producir un cambio revolucionario. Las
teorías de Marx sobre la sociedad, la economía y la política, sostienen que
todas las sociedades avanzan a través de la lucha de
clases y del desarrollo de las fuerzas productivas (por ello se lo
llama “materialismo histórico”), con lo que creía que incitar a la revolución
de las masas obreras era parte de la construcción de una nueva sociedad más
justa y una nueva época histórica. A ese fin dedicó gran parte de sus estudios
y su vida, sufriendo por ello reiterados exilios.
Teoría
del valor: Smith ya había notado que
existe una diferencia entre el valor de uso que tienen los objetos (su
utilidad) y su valor de cambio (aquello que hace que las diferentes mercancías
puedan intercambiare entre sí). Marx, por su parte, percibirá que dentro del
capitalismo, el hombre mismo se intercambia como cualquier otra mercancía,
poseyendo un valor de uso y otro de cambio. Como cualquier otro producto, la
fuerza de trabajo de un hombre se vende a un empresario que la compra y que a
cambio nos da un dinero que llamamos salario. ¿Qué implica esto? El acuerdo es
que todo lo que nosotros hagamos dentro del horario y espacio de trabajo será
propiedad de quien nos contrata. O sea, nuestro valor de uso (nuestra utilidad,
aquello para lo que servimos dentro del trabajo) se cede al capitalista,
mientras que a cambio recibimos un valor de cambio (una paga en dinero). Lógicamente entonces, cuanto más útil sea un
empleado para la empresa (un mayor valor de uso), mayor será su valor de cambio
(lo que cobre), y, al igual que con cualquier otra mercancía, esto tiene que ver
con la cantidad de trabajo acumulado en aquella persona (la cantidad de
estudios, las cantidad de habilidades desarrolladas, etc.).
Es
por esto que Marx dice que “quien vende su fuerza de trabajo, en el mercado
realiza su valor de cambio y enajena su valor de uso”. Su valor de cambio lo
realiza en el mercado porque sólo cuando sale en busca de trabajo percibirá
cuánto vale el suyo; mientras que su valor de uso es enajenado, porque todo
aquello que fabrique en el trabajo no le va a pertenecer. Asimismo, a
diferencia donde otros tiempos donde determinados hombres eran pertenencia de
otros (ej/ la esclavitud), en nuestros tiempos es el hombre libre quien vende
su propia fuerza de trabajo en el mercado.
Hay,
sin embargo, otra peculiaridad que descubre Marx que tiene la economía
capitalista: el valor de cambio que reciben los hombres por su trabajo, siempre
es menor a su valor de uso. Esto implica que, todo lo que el hombre fabrique
durante su jornada de trabajo, siempre tendrá un valor mayor a lo que vale su
salario. ¿Dónde queda entonces esa diferencia? Si al valor de los productos hechos
en la fábrica le descontamos lo que el capitalista debe pagar por los salarios,
vamos a notar que existe una diferencia. Esta diferencia se llama plusvalía y
queda en manos del capitalista, porque precisamente consiste en su ganancia. Entonces
la verdadera ganancia, en el capitalismo,
no proviene de la venta a un mayor precio del producto (ya hemos visto
con Smith que toda vez que el valor nominal aumenta, a la larga termina
reequilibrándose en su valor real), sino que de que el valor de uso de un
trabajador sea mayor a su valor de cambio.
Para
Marx, esto que acabamos de explicar es una injusticia, ya que considera que el
capitalista obtiene entonces una ganancia sin trabajar, tan solo explotando al
trabajador.
Por
último, ¿cuál es el elemento que diferencia al capitalista del
trabajador/proletario? ¿Cómo logra una persona “explotar” a la otra? Para Marx
la respuesta es muy sencilla, es la propiedad privada. La existencia de la
propiedad privada es la que hace que
sólo unas pocas personas posean los medios de producción (todo aquello que es
necesario para producir, desde el dinero hasta la maquinaria). De hecho, que
sea privada quiere decir que existe un mecanismo legal y social que no permite
que los demás tengan acceso a esa propiedad, ya que sino serían tomados como
delincuentes.
El
hecho de que algunas pocas personas posean los medios de producción y los otros
no, obliga a éstos últimos a una sola salida: la venta de su fuerza de trabajo,
o sea ofrecerse como empleado en la industria de un capitalista. De no optar
por esta vía, lamentablemente no tendrán recursos para pagar sus alquileres,
sus alimentos, etc.
En definitiva tenemos dos clases
sociales principales: una que posee los recursos productivos (la clase
capitalista), y otra que no los posee y que por tanto está obligada a trabajar
para recibir un salario (la clase obrera).
Composición orgánica del capital: si el capitalismo consiste en una forma de
producción que persigue la reproducción del capital, vamos a ver entonces qué
elementos participan de esa reproducción de la riqueza, o sea cuál es la composición
de ese capital que busca reproducirse y ampliarse.
Marx
distingue tres elementos que son constitutivos del capitalismo:
1) Capital
constante: es aquella parte del
capital que se destina a máquinas, edificios, materias primas, etc (todo
aquello necesario para la producción a excepción del trabajo humano). Este
capital es propiedad exclusiva del empresario capitalista y no del trabajador.
2) Capital
variable; Es la parte del capital
que el capitalista emplea para adquirir fuerza de trabajo, es aquello que gasta
en salarios para los empleados que contrata. Como hemos visto, es de aquí que
nace la plusvalía (del hecho de pagarles siempre a los trabajadores un valor
menor que aquél que tengan las mercancías producidas).
3) Plusvalía: es la fuente de ingreso del empresario capitalista.
Es la ganancia que queda en manos del burgués luego de pagar el salario del
trabajador.
Si
recordamos entonces que en el capitalismo se buscará siempre maximizar las
ganancias, ¿cómo puede el empresario capitalista aumentar su plusvalía?
Marx
identificó que existen tres estrategias básicas para hacerlo.
1) La primera de ellas se deriva de aumentar la
introducción de maquinaria (de capital constante), de modo de poder producir
más y en menor tiempo. Las máquinas, de todos modos, nunca podrán reemplazar al
trabajo humano, pero sí permite que un solo obrero con una máquina pueda hacer
lo mismo para lo cual antes se necesitaran muchos más trabajadores.
2) La segunda forma de aumentar la ganancia tiene que
ver con aumentar la cantidad de horas de trabajo (el capital variable).
Consiste en exigirle a un mismo trabajador que trabaje más por el mismo sueldo,
por lo que habrá más producción que quede en manos del capitalista y, por
tanto, más riqueza. Sin embargo, el excedente de horas tiene un límite físico y
biológico, más allá del cual un hombre no podría sobrevivir.
3) Una tercera forma es a partir de la existencia de lo
que Marx llamó el “ejército industrial de reserva”. Qué es esto? Es la masa de
desempleados, que tanto porque fueron despedidos de las fábricas a partir de la
incorporación de máquinas y tecnología, o que no consiguen un puesto de
trabajo. La triste virtud de tener una gran masa de desempleados permite tener
un elemento de presión a favor del capitalista. Obviamente, quien
tenga el privilegio de tener trabajo buscará defenderlo porque ve en los desocupados
lo difícil que es conseguirlo, y por tanto será mucho más dócil a la hora de
acceder a los requerimientos del patrón. Al mismo tiempo, el capitalista se
asegura que, de tener algún inconveniente con un trabajador, podrá fácilmente
reemplazarlo con la gran cantidad de interesados que encuentra entre los
desocupados.
Pero
acaso… no llegará algún día en que aquellos trabajadores tomen nota de esta
explotación y se rebelen en conjunto contra estas injusticias? Marx estaba
convencido de que sí, y que incluso estas formas de intensificar la ganancia
iban a llegar a un grado de explotación tan extremo que haría que los
trabajadores “abran los ojos” y busquen organizarse para cambiar la sociedad,
para hacer la revolución.
“La directriz, el fin y el
objetivo de la producción capitalista, son extraer la mayor cantidad posible de
plusvalía y consecuentemente explotar la fuerza de trabajo al máximo nivel
posible. Ha medida que el número de trabajadores empleados aumenta, también lo
hace su resistencia a la dominación del capital, y con ello, la necesidad del
capital de derrotar esta resistencia mediante una contrapresión. El control
ejercido por los capitalistas no es sólo una función especial determinada por
la naturaleza del proceso social de producción, es también al mismo tiempo una
función de explotación del proceso social de trabajo, y esta consecuentemente
enraizada en el inevitable antagonismo entre el explotador y la materia prima
viva y trabajadora que él explota” – Karl Marx
La plusvalía
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