Para
Marx todo indicaba que el avance del capitalismo, ese afán cada vez mayor de
reproducir la riqueza, llevaría a contradicciones tan fuertes que los hombres
“despertarían”, se darían cuenta de los motivos reales de sus injusticias, y se
juntarían para hacer la revolución, para cambiar la estructura.
Estas
crisis son, para este pensador, de dos tipos. En primer lugar se encuentran las
crisis de sobreproducción, que implica el hecho de producir más de lo que logra
colocarse en el mercado. Al no lograr vender todas sus mercancías el burgués no
obtiene la ganancia esperada, con lo cual se rompe la receta básica del
capitalismo: la de reproducir el capital de manera ampliada. Esto conlleva que
el burgués se vea obligado a disminuir su producción para adecuarse a las
circunstancias del mercado, invirtiendo menos, reduciendo su fábrica y
despidiendo personal.
El
otro tipo de crisis que consideró Marx, es el de superproducción. En este caso
se trata de un emprendimiento capitalista cuya intensidad extrema es la que
causa la crisis. Con el fin de aumentar su plusvalía, el burgués puede
modificar algunas variables, como ser la de la fuerza de trabajo (el capital
variable), extendiendo la jornada laboral o pagando cada vez menos a los
obreros. Obviamente este ajuste tiene un límite: el hecho de que el trabajador
deba dormir y recibir un pago de manera mínima como para poder seguir
sobreviviendo. Otra posibilidad es la de incorporar cada vez más maquinaria
(capital constante), reduciendo el personal empleado. En un principio, a los
fines gananciales, esto puede traer resultados positivos, ya que al aumentar la
masa de desocupados es mayor la desesperación de la sociedad por conseguir
empleo, con lo cual serán más dóciles a aceptar cualquier situación de trabajo,
por más precaria que sea.
Son
entonces la sobreproducción y superproducción las que, para Marx, ocasionarían
una crisis de tal magnitud, que harían a los trabajadores tomar conciencia de
la explotación de la que son víctimas, volcándose entonces a realizar una
revolución que altere la estructura del capitalismo.
Pero acaso, ¿aquello terminó sucediendo en la historia? Si Marx supuso que la revolución tendría lugar en países de alto desarrollo industrial y capitalista, lo cierto es que eso no aconteció y la primera revolución marxista terminó teniendo lugar en Rusia (un país semi feudal, sin industria, sin burguesía, sin capitalismo). Pero ¿por qué falló en los países desarrollados? Es acá donde nos puede ayudar Antonio Gramsci.
Gramsci era un marxista italiano que pasó gran parte de su vida en la cárcel, perseguido por sus ideas políticas por el régimen de Benito Mussolini. Gramsci se da cuenta que para lograr una revolución no basta con sublevarse y tomar el control del poder. En las sociedades occidentales, donde había una sociedad civil desarrollada, eso no era suficiente para cambiar la estructura, ya que existían una cantidad de otros elementos que hacían que la gente no los apoyara. Para Gramsci, estos otros elementos eran: la ideología, la filosofía, el sentido común, el folklore las costumbres, la religión, etc. O sea todos aquellos espacios donde se construye el consenso pero que no tienen que ver con el Estado o la dominación directa. Esto quiere decir que, por más que se haga una revolución y se conquiste el poder político, eso no garantiza que el pueblo apoye la nueva propuesta, porque su ideología/ sentido común/ costumbres, etc le sugieren que no es lo correcto.
¿Qué es lo que pasó entonces en aquellas sociedades desarrolladas cada vez que las contradicciones del capitalismo generaron una crisis? ¿Por qué eso no ocasionó una revolución como esperaba Marx? Para Gramsci no se consiguió alcanzar la revolución porque había faltado generar el consenso entre la gente para que apoyaran la nueva propuesta. Sin embargo, lo que sí había sucedido cada vez que el capitalismo había entrado en crisis, era que el mismo se había reformulado y conseguido salir a flote. O sea, en vez de que las crisis lleven obligatoriamente a una revolución, como creía Marx; las crisis obligaron a los capitalistas a hacer ciertas concesiones, ciertos retoques y cambios, para volver a conseguir el apoyo necesario sin modificar la estructura. Así podemos notar cómo el capitalismo ha tenido diferentes expresiones a lo largo de la historia, muchas de ellas radicalmente distintas, pero que conservan la misma esencia en la estructura: la propiedad privada, la explotación y las clases sociales.
Cabe mencionar también, que la historia encontró
muchas más variables de crisis. Más allá de la superproducción y sobreproducción,
se sumaron quiebres por variación de precios de los insumos propios de la
industria (por ejemplo el aumento de materia prima como el petróleo, desastres
naturales como sequías, etc), recalentamiento de la economía (inflación). Asimismo,
dentro de las causas que motivaron la superproducción, se sumaron nuevas
variables, como ser el endeudamiento extremo de ciertos países.
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