Marx estaba convencido de que el capitalismo necesariamente iba a conducir a una crisis que lo destruiría, a eso alude al decir que sería "como un mago que deja de poder controlar sus fuerzas". Ese afán de reproducir la riqueza a cualquier costo, desembocaría en las crisis de superproducción o sobreproducción que se describieron anteriormente, "despertando" a la clase trabajadora y haciéndola tomar conciencia de la explotación que es víctima.
Sin embargo, la historia nos demuestra que ya se han sucedido gran cantidad de crisis y el capitalismo sigue en pie. Esto se debe a que ha sabido reinventarse para sortear estas situaciones adversas. Cada vez que el capitalismo ha entrado en crisis, los interesados en sostenerlo se ocuparon de garantizar ciertas transformaciones y concesiones que vuelvan a generar consenso, de modo de reconstruir el apoyo e introducir los cambios necesarios para que no peligre la base económica.
Sin embargo, la historia nos demuestra que ya se han sucedido gran cantidad de crisis y el capitalismo sigue en pie. Esto se debe a que ha sabido reinventarse para sortear estas situaciones adversas. Cada vez que el capitalismo ha entrado en crisis, los interesados en sostenerlo se ocuparon de garantizar ciertas transformaciones y concesiones que vuelvan a generar consenso, de modo de reconstruir el apoyo e introducir los cambios necesarios para que no peligre la base económica.
A modo de ejemplo, puede observarse cómo estas sucesivas crisis han ido modificando la organización del trabajo en las sociedades capitalistas. El taylorismo, el fordismo y el toyotismo, son tres modos de producción que no nacieron espontáneamente, sino que precisamente fueron respuestas que el capitalismo supo dar ante diferentes crisis. Fueron reformas que consiguieron recuperar el apoyo y consenso generado alrededor del capitalismo, para que el mismo no sucumba a las crisis.
La primera gran crisis capitalista se desató en 1873 y se caracterizó por manifestar una importante caída en los precios mientras las cantidades producidas aumentaban a un ritmo sostenido. O sea, se producía más de lo que se lograba vender, y encima se recibía por ello una paga cada vez menor. Además, los obreros de aquella época eran trabajadores de oficio, obreros expertos que eran los únicos que conocían cómo hacer la tarea, manejaban sus propios tiempos y para aprender el oficio se requerían años de participar como aprendiz en algún taller. En esta situación el capitalista, por un lado, recibía cada vez menos paga por lo que producía; y, por el otro, dependía de los ritmos/ habilidad/ disciplina de los obreros expertos, quienes cobraban altos sueldo y eran difíciles de reemplazar porque eran los únicos que conocían el oficio. ¿Qué es lo que haría Taylor para salir de este estancamiento y revivir el capitalismo de la época? Taylor se pasó largas jornadas observando el trabajo de estos obreros, tomando nota, al punto de aprender cada detalle de su oficio. Luego de ello, se encargó de separar las tareas en secuencias de partes sencillas y simples. Así, en vez de necesitarse un obrero que conociera todo el proceso, esta división del trabajo permitía que cada trabajador se concentrara sólo en una partecita sencilla, para luego pasarle el trabajo a otro trabajador que haría la siguiente partecita sencilla, etc. Ciertamente la división de tareas no era nada nuevo en la producción capitalista (Smith fue el primero en proponerlo), lo que significó la gran innovación de Taylor fue la asignación de tiempos a cada parte de la tarea. El logro de todo esto fue que ya no se necesitaron obreros con un conocimiento experto, sino que cualquier persona sin experiencia previa era capaz de hacer estas tareas sencillas y mínimas en los tiempos predeterminados. Esto le permitió al capitalista disminuir en gran medida los costos, ya que un obrero sin capacitación cobraba muchísimo menos y porque, además, el controlar y disciplinar que cada tarea se hiciera en un tiempo exacto se logró aumentar la producción sin mayores costos.
Esta reestructuración capitalista fue la base para la “gran empresa moderna”. Antes las industrias no dejaban de ser grandes talleres familiares dotados de las primeras máquinas, pero el taylorismo permitió pensar las primeras fábricas con más de una sede, donde el dueño a través de la gerencia se encargaba de supervisar que nada fallara entre las diferentes tareas sencillas que hacían los obreros.
En 1929 una nueva crisis afectó la tasa de ganancia de los capitalistas. Se produjo un estancamiento en el cual no se tenía a quién vender los productos industriales. La forma de superar esta crisis en este caso fue el fordismo. Henry Ford era un fabricante de automóviles de Estados Unidos, que por empezar introdujo la cinta de montaje a lo que el taylorismo ya había propuesto. Por tanto, no solo se dividía el trabajo en tareas sencillas, cronometradas y secuenciadas, sino que además había una cinta que le transportaba a cada obrero su tarea, de modo que ni siquiera perdieran tiempo en movilizarse. Además, la que pasó a imponer el tiempo de duración de cada aporte fue la propia cinta.
El principio de la fábrica toyotista es el de hacer de la fábrica “gorda” fordista, una fábrica mínima sin “grasa”. En vez de producir y luego buscar venderlo, se pasó a hacer lo contrario: a vender primero y fabricar luego con la certeza de saber a quien venderlo. ¿y cómo se logra esto? Se establece un sistema que se basa en la administración mínima de stocks y que copia el modelo de reposición de stocks de los supermercados; allí, luego de que el cliente toma el producto de la góndola, los reopositores piden al depósito y éste pide a los proveedores el producto que el cliente compró. El mismo principio es aplicado por Toyota a la industria automotriz. Con este nuevo principio de pensar al revés se flexibiliza todo el sistema. Ahora la planta industrial de Toyota minimizará stocks presionando sobre los proveedores para que sean ellos quienes guarden cantidades y, en la medida de lo posible, también reorganicen sus producciones según este modelo “just in time”. En términos de organización industrial, la Toyota pasaría a conservar dentro de su planta sólo la etapa final del proceso, el ensamblado. El conjunto de las autopartes, en particular aquellas de menor especialización relativa, son fabricadas fuera del establecimiento de ensamblado y por parte de empresas que, formalmente independientes, son controladas por la ensambladora (Toyota solo controla las piezas más claves). Esto sólo es posible de pensar en el contexto del nacimiento de la globalización. Los países desarrollados se reservaron así las etapas finales y de mayor valor de la producción, trasladando a otros países las otras etapas de menor calificación.
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